PARTE IV Martirio llegó a su casa exhausta, miró su teléfono y notó 3 mensajes en su contestadora. Se trataba de su hija Alejandra, quien le comunicaba lo siguiente: -¡Hola mami!. ¿Cómo están papá y tú?. Los extraño muchísimo, necesito de sus atenciones. -¿Dónde estás mamá?, te he repicado a tu celular y nada. -Mamá dame señales de humo, por favor. Martirio rió como nunca. Era costumbre que Alejandra perdiese la calma cuando su mamá demoraba en contestarle. Martirio estaba agotada, no era para menos. Anotó muchas técnicas que debía aprender de memoria para trabajar en la cocina, estaba claro, que no podía estar con su libreta encima, a menos, que fuese una receta. Revisó su dispensa, halló unos vegetales que deseaba saltear con una salsa agridulce. Buscó todos los ingredientes y se puso manos a la obra. Una de sus empleadas miró detenidamente lo que hacia. Esta vez no quiso decirle nada y buscó la forma de no ser vista. El olor era tan agradabl