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Marita Así Lo Ve








Parte I

  Puede que estés esperando una carta mía, diciendo lo que no pude decir ese día bajo aquel sol inclemente de mediodía, estaba en pausa, pensando qué decir; estabas guapísimo con tu camiseta negra y tu jean desgastado. No hay un día que no mire tu foto, que no robes mis suspiros, porque son robados. No supe en qué momento me enamoré de ti, Felipe. 

 Estaba en la universidad, en el salón No. 45, presentando un examen de Cálculo cuando irrumpieron otros estudiantes en el salón para que todos los que estábamos ahí, saliéramos a formar parte de la protesta cuya consigna era "NUESTRA UNIVERSIDAD ES AUTÓNOMA. NO LE PERTENECE AL ESTADO". Un chico con megáfono en mano estaba liderizando la protesta, su cara se ponía de un rojo tomate cuando hablaba, se notaba cansado. Escuché cuando me acercaba a la tarima donde él se encontraba: "¡Felipe te apoyamos!".

  Pasaron unos cuantos meses, años, no recuerdo bien, cuando cruzamos las primeras palabras. Él estaba reunido en el auditorio de la universidad con tres personas para coordinar protestas en la capital del país, y así llevar a otras instancias la situación.  Mi carrito, un Volkswagen Beetle de los años 70 que conservo con mucho amor, no quiso encender ese día. Felipe estaba de salida del auditorio cuando me vio haciendo de todo  para que mi carrito arrancara, se acercó a mí para preguntarme qué pasaba con mi carro, le respondí que tenía problemas para encenderlo, él con unos pequeños arreglos lo puso andar de inmediato. Le agradecí la ayuda, despidiéndonos con un adiós sin esfuerzo.

 En ese momento no hubo miradas que te dejan estático por una fracción de minutos, no sentí eso que llaman "mariposas en el estómago", frase que me parece absurda porque eso jamás lo he sentido. Felipe me parecía simpático, interesante e inteligente, nada más. Una mañana estaba caminando por uno de los pasillos de la universidad con dos libros en brazos de 350 páginas cada uno, de repente sentí que una mano sujetaba uno de mis brazos con fuerza haciendo que soltara los libros, me jalaba hacia un extremo del pasillo e insistía que corriera lo más rápido que pudiese. No entendía qué pasaba, tampoco me detuve a preguntar, corrí como si estuviese en un maratón, deteniéndome luego en la plaza de la universidad.

 Felipe me soltó y fue a  defender a uno de sus compañeros que estaba acostado en el suelo boca abajo, esposado, recibiendo golpes en todo su cuerpo por un  Policía Antiprotesta. Felipe se enfrentó a ese policía, expuesto a recibir la golpiza de su vida con altas probabilidades de ser detenido por semanas o meses en condiciones infrahumanas. Creo que desde ese momento cambió la manera como veía a Felipe. Al finalizar ese día, Felipe fue detenido, golpeado, y liberado al día siguiente.

Continuará...

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