PARTE VIII
«No hay nada de malo en permitirse SER»
Por un momento todo parecía extraño en la mente de Gustavo. Una bocanada de aire en un lugar apartado, libre del ruido, era lo que su cuerpo le pedía en medio de un turbulento escenario emocional.
Aunque aceptó la partida de su esposa sin reproches, sentía que la decisión fue precipitada y confusa. No sabía dónde ubicarla, tampoco deseaba ver a sus suegros para no entrar en detalles. Su matrimonio no andaba bien, pero estaba dispuesto a luchar por la relación.
Azucena dejó de estar triste y sonreía más. Alejada de lo que tanto la agobiaba encontró una manera de drenar su incomodidad, en un cuaderno escribía todo lo que sentía, sin tapujos ni reproches. Emergilda notó en ella una tristeza y como buena conocedora de la conducta humana pudo apreciar que pasaba por un momento difícil.
Emergilda acostumbra sentarse en el jardín de su casa, mientras disfruta de una taza de café, Azucena lo nota cuando cierra la ventana de su cuarto, minutos antes de irse a trabajar. Como debe pasar por ese lugar, Emergilda observa un nuevo semblante en el rostro de su inquilina y la recibe dándole unos buenos días con alegría.
Azucena no ha cambiado de parecer, desea mantenerse sin saber, por los momentos, de su familia.
Continuará...
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