PARTE VI
"Las circunstancias no te hacen prisionero. Tu modo de ver la realidad, sí."
Azucena es un mar de llanto, sollozaba al mirar por la ventana trasera de la armadura rodante que la conduce a un destino sin culpa; mientras que, el conductor no dejaba de observarla por el espejo retrovisor situado dentro del mismo. El hombre tenía curiosidad por saber qué le ocurría, no dudó mucho para iniciar la conversa:
-Señora, si se siente mal, dígame para llevarla al hospital. Casualmente vamos a pasar por ahí en unos segundos.
Azucena con voz quebrantada respondió:
-No, no me siento mal.
Al escuchar tal respuesta, el conductor supuso de inmediato que el problema de su clienta era mal de amores; quiso ser más amable y entender su situación.
- Señora, una mujer tan bonita no debería estar llorando, todo lo contrario, debe estar sonriente. A mi suegra ya no le queda dientes, pero eso no la detiene para reírse.
Azucena no tenía ánimo de escuchar chistes crueles, y entendió el objetivo del conductor. Con una sonrisa le dirigió estás palabras:
-Tranquilo, estoy bien. Me disculpa, pero no quiero hablar.
Más tranquila, el conductor se concentró en el recorrido. El traslado terminaría al llegar a la casa de Emergilda. El nombre en letras cursivas que mostraba el nuevo hogar de Azucena.
Hace unos meses, Azucena escuchó comentarios por parte de una de sus compañeras de trabajo que, la señora estaba por alquilar una habitación porque su única hija se iba a estudiar un posgrado en Alemania en ese entonces.
Hace unos meses, Azucena escuchó comentarios por parte de una de sus compañeras de trabajo que, la señora estaba por alquilar una habitación porque su única hija se iba a estudiar un posgrado en Alemania en ese entonces.
Azucena llegó a la casa y tocó el timbre, dentro de ésta se escuchaba los ladridos de un perro. Para su sorpresa, observó un pequeño cartelito que decía: "SE ALQUILA HABITACIÓN PARA ESTUDIANTES, INFORMACIÓN EN LA CASA # 128" sujeto al poste cercano al lugar . Nadie se asomaba y miraba a sus alrededores en busca de alguien que le brindara información. El conductor estaba a su lado, Azucena había olvidado cancelarle y al notarlo se apenó por no haberlo hecho al momento de bajarse. Con dinero en mano, el conductor le aconseja tocar nuevamente, la zona se veía solitaria y no era viable que se quedase afuera.
Cuando se dispone a tocar el timbre, escucha el movimiento de la manilla de la puerta principal de la casa; una señora como de 60 años, tes blanca y cabello oscuro, se asoma. Emergilda, con un andar llamativo, menea sus caderas al son de sus pasos.
Con voz melodiosa como si se tratase de un paciente en su diván, recibe a su visita. Azucena se presenta exponiendo los motivos de su llamado. Emergilda no pierde tiempo, y, le invita a recorrer la casa, dejando claro, las condiciones para alquilar. Aunque Azucena no es estudiante, es una mujer en busca de tranquilidad; las condiciones son favorables para decidir quedarse por un buen tiempo.
Cuando se dispone a tocar el timbre, escucha el movimiento de la manilla de la puerta principal de la casa; una señora como de 60 años, tes blanca y cabello oscuro, se asoma. Emergilda, con un andar llamativo, menea sus caderas al son de sus pasos.
Con voz melodiosa como si se tratase de un paciente en su diván, recibe a su visita. Azucena se presenta exponiendo los motivos de su llamado. Emergilda no pierde tiempo, y, le invita a recorrer la casa, dejando claro, las condiciones para alquilar. Aunque Azucena no es estudiante, es una mujer en busca de tranquilidad; las condiciones son favorables para decidir quedarse por un buen tiempo.
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