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PARTE IV



Azucena toma decisiones escuchando sus emociones. Siente que debe alejarse de su esposo; hay heridas que debe afrontar por sí sola y para eso, considera darle "un respiro" a la relación. 

Una conversación algo distinta a todas las que se han efectuado en la intimidad de la pareja está por iniciarse. Un rayo de luz se cuela por la ventana de la habitación de la casa de ambos; lugar de encuentro para iniciar una posible despedida. 

Al hablar con su esposo, Azucena anuncia la separación. Gustavo no puede creer  lo que escucha y la enfrenta:

-Tú quieres separarte por todo lo que estamos viviendo; eso no me parece. Cada vez que estemos sometidos a un problema que creas no resolver, ¿te irás?. Entonces, ¿qué somos?; ¿qué somos tú y yo?.

Azucena intervino para dar respuestas.

-Entiéndeme, no es fácil por todo lo que he pasado. Parece que ser mujer te esclaviza a una normativa estúpida. ¡Debes ser buena esposa, buena madre, buena en todo lo que haces!; y no es así. Soy un ser humano y ¡estoy harta!,

Gustavo la escuchó atentamente para luego decirle:

- No me casé buscando lo que acabas de decir Azucena. Me casé contigo porque tú me llenas por completo tal cual como eres, tú sacas la mejor versión de mí. Te he dicho que deseo con locura ser padre, un hijo nuestro sería lo máximo, pero no es el centro de nuestra relación; no es lo que me mantiene día a día rendido ante ti. 

El silencio se apoderó por unos segundos de la habitación; Gustavo estaba sentando frente a su esposa, mirándola con la esperanza de que, lo de la separación fuese un impulso del momento; mientras que ella, sentada en la cama, lloraba sin detenerse. Azucena se levanta y da unos pasos, colocándose las manos en la cintura y tomando un respiro para decir:

-Gustavo te amo profundamente, y me cuesta tomar esta decisión. Por el bienestar de nosotros, te pido que nos separemos por un tiempo. 

Gustavo estaba frío y molesto; con intenciones de decirle que no es la única que sufre, que él siente su dolor y no por eso, toma decisiones drástica, se contuvo y optó por aceptar la petición de su esposa. Asintiendo con la cabeza a modo de mostrar señales de estar de acuerdo, se levantó para preguntar:

-¿Cuánto tiempo me pides?.

Azucena ya tenía la respuesta.

- Puede ser un mes o dos, no sé.

Azucena estaba dudando de su decisión al ver a su amor sufrir. Ella sabe que lo hace por el bien de los dos. No se trataba de un capricho; a partir de este momento iniciaba la búsqueda de sí misma. Aceptar su proceso de forma libre, sin arrastrar a nadie ni otorgarle su felicidad a una esperanza que solo duraba pocos meses. 



Continuará...






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