PARTE III
La idea de retomar su sueño, provocó en Martirio una inquietud por considerarse una mujer de edad avanzada. Mirarse en el espejo, era una de sus manías. Las veces que se observaba notaba una arruga más para su colección. Su esposo la animaba, le compraba utensilios de cocina muy sofisticado y a cada uno, le agregaba una nota. Por ejemplo, en un batidor eléctrico le colocó como nota: "espero que me cubras con un merengue sabor a vainilla, para que te comas este postre. Besos mi amor". Martirio no paraba de reír y comentar lo loco que parecía estar su esposo. Para ella, Manuel no tenía reparo.
Poco a poco, Martirio inició la búsqueda de una escuela de cocina. Deseaba aprender de buenos maestros. Conocía muchos chef de renombres en su país. Uno de ellos posee una escuela muy prestigiosa. Tiene fama de ser exigente y pedir creatividad en las preparaciones de sus estudiantes. Su lema es: "Quién aprende a cocinar, domina el arte de crear." Martirio sintió nervios de apuntarse a las clases de este chef; pidió consejos a sus amistades, que por cierto, no veían con buenos ojos su idea de iniciarse en la cocina. Para sus amistades, Martirio era una mujer que disponía de servidumbre para hacer lo que ella deseara. Además, estaba vieja para la gracia y no tenía necesidad de hacer el ridículo. Aún en contra de lo que pensaran, Martirio se comunicó con su amiga Consuelo. Inmediatamente, ella le sugirió no perder su sueño por segunda vez. Días después, Martirio vestía un uniforme con el logo de la escuela. Su mayor sorpresa fue, que todos sus compañeros no alcanzan los 26 años de edad. Sintió deseos de marcharse, olvidarse de su sueño definitivamente. El chef les dio la bienvenida a todos los presentes, explicó con detalles sus reglas y acordó que las dudas no se guardan. Martirio inició su primera clase apuntando todo lo que el chef decía, olvidando por completo que era la mayor del grupo.
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