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PARTE I




La nostalgia de ver partir sus años mozos le deja un sabor amargo a Martirio. Apenas se resigna a ver en sus imágenes fabricadas lo que pudo ser, si tan solo hubiese tenido el valor para decidir por ella misma.

Caracas 29 de Enero de 1962, se hace constar públicamente y en los diarios más prestigiosos del país que la joven Martirio Eugenia Martínez Galiano contrajo matrimonio con el joven economista Manuel Antonio Salmiento Vegas. La unión fue merecedora de halagos y dedicatorias en páginas sociales. El padre de Martirio no escatimó en gastos para celebrar por todo lo alto el matrimonio de su única hija. Martirio estaba feliz de contraer nupcias y dejar el hogar de sus padres. Un viaje a Europa fue el detalle perfecto que encontró Manuel para sellar la unión cuerpo a cuerpo. De esta unión nació Francisco Alfonso y Alejandra María. Desde muy pequeña Martirio fue criada para ser la "esposa ideal"; no importaba sus ideales; la prioridad era atender al esposo y evitar comentarios que perjudicaran su imagen socialmente. Ya adolescente, viajó a Francia y Marruecos, quedó fascinada por la comida y sus presentaciones. No vacilaba en probar especias y añadir algo diferente en su comida. Tiempo después, vendaba sus ojos en un juego inocente que sin detenerse a pensar en los sentidos que ejercitaba, podía descifrar con exactitud cada elemento en el plato. Desde ese entonces, y en el poco tiempo que disponía para recrearse lejos de casa, se dirigía a una librería en busca de libros de cocina. Los libros eran gruesos con imágenes bañadas en color y textura; con solo verlas, imaginaba su olor y sabor. Nada era mejor que eso, el reloj le parecía ingrato por pasar las horas tan rápido y debía apresurarse en llegar a su casa para evitar los regaños de su padre. 

Poco a poco pudo  comprar libros sin generar sospechas en su casa. Un día su madre entró a su cuarto y notó uno de sus libros tapado con la almohada, fue hasta el y lo tomó. En una conversación a solas con su madre, Martirio escuchó decir:

- Este libro es bonito y por lo que veo, te gusta cocinar.

Martirio se alegró de escuchar sus palabras. Pensó que encontraría en ella, la ayuda que necesitaba para emprender sus estudios de cocina. 

-Sí mamá, me gusta mucho y quiero aprender. Ayúdame con papá, él es terco y piensa que esto es para hombres. 

Lo que parecía ser una agradable conversación, repentinamente se convirtió en un fuerte apretón de su realidad. Su mamá utilizó palabras duras al referirse a la vocación de su hija:


- ¿Olvidaste quién eres?. Eres una de las pocas afortunadas de vivir como reinas y en vez de perder el tiempo en tus tonterías, dedícate a pararte derecha y lucir bien, últimamente ni hablas con tus amigas.

Martirio mantuvo un silencio que irritaba sus entrañas. Pasó el tiempo y a sus 63 años, su familia es lo primero. Dedicada a las labores del hogar, cuida cada detalle y día a día marca las teclas de su móvil para hablar con sus amores: sus hijos y esposo. Al crecer sus hijos, cada uno emprendió su vuelo por caminos diferentes y en países lejanos. Su esposo se consagró como uno de los empresarios más exitoso del país. Su rutina le restaba tiempo para compartir con su esposa. La amaba con locura, y no transcurría el día sin expresarle "un te amo cariño". En ausencia de su familia, percibía una casa muy grande y sin ruido. La soledad ha traído de vuelta la idea de cocinar, sin apuros y sin pretensiones de aspirar a algo, simplemente disfrutar. Sus libros estaban bien guardados en un baúl que le perteneció a su abuela materna y que quiso conservar como un recuerdo muy grato. Este mueble con acabados imperfectos por la humedad y el tiempo que no lo perdona, resguardó cada hoja que Martirio dibujó para retratar el modo en que ella, cocinaría cada plato. Con un personal de tres mujeres, su cocina se impregnaba de aromas y risas. La servidumbre le costaba acceder a las peticiones de la señora de casa. Educadamente, Martirio trataba de llegar a un acuerdo con sus colaboradoras, hasta que al fin logró la aceptación. Ese día su amiga Consuelo la sorprende con una visita inesperada. La pobre está angustiada porque unos amigos estarán en el país dentro de pocos días y no sabe cómo agasajarlos. Consuelo ve a su amiga con un delantal y no pudo contener la risa. Martirio la invitó a la cocina y aunque estaba algo renuente, optó por confiar en su amiga. Martirio movilizó recipientes de un lado a otro y sus compañeras de labores estaban pendiente de cada detalle. Consuelo percibió un aroma tan agradable que se posó al lado de Martirio para ver su preparación. No hubo palabras que describieran lo que sintió cuando probó aquella salsa que su amiga removía sublimemente.











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