19/10/15
¡Dolor de muela!.
Esta historia inicia así:
Emocionada por comerme un rico pan que logré comprar gracias a mis amigos que estaban fuera de la panadería, haciendo cola. ¡Sí!, para comprar el pan, hay que hacer cola. No por lo delicioso, es porque no hay suficiente. En fin, voy a cortar este punto. La alegría de comer pan fue tan grande que un buen pedazo no me haría daño. "¡Ayyyyy!". Se me desprendió por completo la amalgama de una muela. Como quien no quiere ser cegada por el pánico y el dolor tan bravo que sentía, busqué en la caja de medicamentos que mi madre guarda con tanto recelo, y lo que hallé fue telarañas. Ella tan bella me dijo: "mija, tú como que vives en otro mundo, no tengo medicamentos". Pensé que el enjuague bucal sería mi salvación; por mala suerte, no fue así. El dolor hacia de las suyas, estaba fría. Recorrí toda la casa en busca de un remedio, un parche, algo con que lidiar este dolor. Para variar, era fin de semana y de noche. De pronto, recordé que mi hermano conservaba unas barras de cera para sus breakers y tomé una pequeña porción, mientras esperaba el día de labores del dentista. Llegó el día más esperado, al fin mi muela sería tratada. No me esperaba la noticia de que: "es necesario un tratamiento de conducto". Sin necesidad de pensarlo mucho y con el dolor en su máxima intensidad , dije "¡acepto!, ¿cuánto debo cancelar?". Luego de ver el monto a cancelar, sentí más dolor en el bolsillo que en la muela.
Lunes de: DIARIO DE UNA BUENA MOZA.
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