A ti que no te falta escrúpulos para ser tuyo lo que deseas, vienes aquí para decirme que no te vas. Martirio miró a los ojos de Camelia y mostrando firmeza en su rostro concluyó: Tú deberías quedarte, claro. Es posible que tus conocimientos me nutran y como tus labores son eficientes, seguramente harás buen empleo de tu experiencia, te haré una carta de recomendación, pagaré tu tiempo en la empresa y es  todo. Al retirarte cierra la puerta. Camelia enfureció y acto seguido refutó la decisión: ¡No me voy!, no me vas a sacar de aquí. Martirio nuevamente afirmó: !estás fuera¡. Con teléfono en mano, Martirio llamó a seguridad, su rival esfumó todo acto de claridad y sin reparo alguno, destrozó el último medio visible para quedarse en la empresa, precisamente el de hablar con la dueña. Martirio salió de su oficina, apresurando su paso para aislarse lo más que pudiese para romper en llanto. Aquella conversación fue sin sentido, no hubo nada qué decir, palabras iban y venían. Sentía que lo mejor era salir de aquél capítulo amargo de su vida e iniciar este nuevo escenario que las circunstancias mostraban. Entró a un baño dispuesto en uno de los pasillos que dirigen a la sala de conferencia, pasó seguro y se miró en el espejo, presa de sus temores, lloró hasta no encontrar más razones para hacerlo. Con sus manos puesta en la cabeza, caminó de un lado para otro con estas palabras: Hasta cuándo esta mujer estará en mi vida?, por qué debo presenciar esto?, habré hecho lo correcto con botarla?, tomó aire y poco a poco la tranquilidad se asentaba en su ser. Estiró sus brazos, enderezó su cuerpo, sacudió su traje y arregló sus cabello, salió de ese lugar y tomó su celular para comunicarse con Alejandra, está le contesta expresando: mamá demorarás mucho?, es que debo hacer otras cosas. Después de haber pasado un momento difícil con su hija, Martirio dudaba que debía dejarla ir sola y conociendo su humor, tampoco era favorable retenerla. así que pensó en esto: cariño estoy lista, si lo deseas, puedo acompañarte. Viniste conmigo y creo que abuse de tu tiempo, así que me toca a mí, esperar por ti, qué te parece?. Martirio urgía hablar con Salvador sobre la situación con Camelia, pero su hija estaba primero. Alejandra deseaba estar a solas y el discurso de su madre sólo escondía temor, muy evidente para ella, no gustaba de ser tratada como loca, aunque sentía que lo era. Dejó aún lado su amabilidad y alegría y respondió: no voy a hacer locuras, si eso es a lo que temes. Quiero estar sola y me aburrí de esperar aquí. Iré de tiendas, no sé...sólo deseo estar sola, puedo?. Martirio asintió y afirmó: sí!. Al colgar, Martirio llamó a Salvador: necesitamos hablar, creo que hice algo indebido y no sé que esperar de la situación, puedes subir a la oficina de Manuel?. Salvador notó en sus palabras nerviosismo: es tu oficina Martirio, subiré en un momento. Alejandra se despide de Salvador y este pregunta: tienes como irte?, no trajiste vehículo, espera voy a llamar a logística para que te asigne uno y así estarás más segura. Alejandra lo miró y dijo: ok!, aceptaré por la tranquilidad de todos, aunque en España debo defenderme sola. En pocos segundos el vehículo estaba frente a ella; Salvador abrió la puerta y esperó a que se retirara. Tomó el ascensor, al abrir sus puertas vio salir  a una  mujer envuelta en lágrimas, mirada desafiante. acorralada por efectivos de seguridad. Inmediatamente subió a la oficina de su amiga, al estar en el piso que lo llevaría a aquél encuentro, su corazón latió fuertemente, abrió la puerta y frente al cristal de los valles verdes, estaba aquélla fragilidad, ternura y manto sutil de mujer....