A ti que no te falta escrúpulos para ser tuyo lo que deseas, vienes aquí para decirme que no te vas. Martirio miró a los ojos de Camelia y mostrando firmeza en su rostro concluyó: Tú deberías quedarte, claro. Es posible que tus conocimientos me nutran y como tus labores son eficientes, seguramente harás buen empleo de tu experiencia, te haré una carta de recomendación, pagaré tu tiempo en la empresa y es todo. Al retirarte cierra la puerta. Camelia enfureció y acto seguido refutó la decisión: ¡No me voy!, no me vas a sacar de aquí. Martirio nuevamente afirmó: !estás fuera¡. Con teléfono en mano, Martirio llamó a seguridad, su rival esfumó todo acto de claridad y sin reparo alguno, destrozó el último medio visible para quedarse en la empresa, precisamente el de hablar con la dueña. Martirio salió de su oficina, apresurando su paso para aislarse lo más que pudiese para romper en llanto. Aquella conversación fue sin sentido, no hubo nada qué decir, palabras iban y venían. Sentía