21/07/14
Para no perder la formalidad burlesca, comenzaré así: Querido diario, debo apuntar que en la noche del día de ayer me acosté pasada las 11:00 p.m estudiando para un examen. Fijé la hora en el despertador para levantarme en el día de hoy a las 4:00 a.m y repasar, cosa que no hice. Me levanté a las 6:00 a.m, faltando una hora para presentar. Estrés total, preparar desayuno, luego ducharme y vestirme. Salí de casa a poquitos minutos de ser las 7:00 a.m. Caminé lo más rápido que pude desde la casa hasta la parada de autobuses, parecía un ventilador de tanto girar la cabeza para no ser víctima de quiénes gustan de lo ajeno. Tomar un carrito o autobús, fue una batalla campal. La parada estaba llena de personas ansiosas por llegar a sus destinos. Entre tratar de subir y evitar recostarme y que me recostaran, logré llegar a la institución. Toda roja y bañada en sudor, me senté para ver aquel examen que por poco me origina una taquicardia de lo extenso y complejo que estaba. Como pude, lo resolví. Sin saber que rumbo tomar después de presentar, fui a un centro comercial a distraer la mente, cuando de pronto veo aquellos zapatos de color naranja con lazos dorados. Mis ojos se iluminaron y ya no era distracción, sino angustia por tenerlos. Tuve que retornar a casa con mis ojos triste. Ya en casa, inicié labores del hogar, estaba sin agua y pare de contar las maromas que hice para no dejar nada sucio. En la tarde salí a comprar unas cosas y todo a mi alrededor estaba de cabeza, discusiones por doquier, hombres con miembros al aire dignos de una fuente pornográfica. Nuevamente en casa, estoy tomando un chocolate caliente y escuchando buena música.
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